domingo, 12 de agosto de 2012

Je Souhaite Cinderella Cap.7


Liam meneó su elegante cabeza, como sorprendido por haber hecho tal descubrimiento y se fue, dejándola que se ocupara de las montañas de platos sucios que se apilaban en todas las superficies posibles.
Casi bonita. El primer cumplido que Liam se dignaba a hacerle. Miley se quedó en el centro de la mugrienta cocina con una expresión soñadora en la cara. Quizás la dieta desintoxicante ya empezaba a funcionar si Liam por fin se había dado cuenta de que era una mujer...
Sintiéndose como alguien con una misión que transformaría su vida, Miley se juró estar en el gimnasio a primera hora la mañana siguiente. Canturreando alegremente, lavó los platos, fregó el suelo y limpió el fogón.
-¡No sé cómo lo logras! -exclamó Liam apreciativo mientras se ponía la chaqueta del elegante traje-. ¿Qué haría sin ti, Miley?
Miley esbozó una sonrisa radiante.
-Me voy, pero no es necesario que te des prisa -le aseguró Liam-. Y si encuentras un minuto para pasar la aspiradora en el salón, te lo agradecería.
-No hay problema -se apresuró a decirle-. ¿Ya funciona la lavadora?
-No. El técnico viene el miércoles.
Miley lo siguió hasta la puerta de entrada con aspecto de estar pisando suelo sagrado.
-¿Una cita? -preguntó con estudiada indiferencia.
-Sí. Es guapísima -rió Liam-. ¡Hasta luego, Miley!
Miley llegó a la imponente casa de Nicholas Jonas después de las diez, porque no quiso irse del apartamento de Liam sin haber antes lustrado todos los muebles y aspirado cada centímetro de la alfombra. Tocó el timbre y respondió al saludo de Fisher con una sonrisa ausente antes de dirigirse a su habitación.
Nicholas, que salía de una de los elegantes salones de recepción, la tomó totalmente por sorpresa.
-¿Dónde te habías metido?
-¿Per... perdona? -tartamudeó Miley.
-Esperaba un informe de tu progreso a las seis y ya te habías ido -informó Nicholas, adusto.
-Oh... estaba con Liam -le dijo ausente, estudiando sus facciones. Una serie de estúpidas comparaciones se le ocurrían. Nicholas era más fuerte, más atlético que Liam, su piel de tono dorado, mientras que la de Liam era blanca. Nicholas llevaba un corte de pelo que moldeaba perfectamente su cabeza y el adorable pelo rubio de Liam caía sobre la frente... ¿Dios mío? ¿Qué hacía estudiando cada detalle de su apariencia, cuando antes ni se atrevía a mirarlo?
Tenía un aspecto tan inmaculado, tan perfecto... ¿Cómo lo lograba? Ahí estaba ella, con la camiseta manchada de fregar, el pelo revuelto por el viento y los zapatos sucios.
-¿Quién es Liam? ¿Tu novio?
-No, no tengo novio... Liam es sólo... Liam.
-¿Liam? -preguntó Nicholas impaciente, elevando una ceja azabache.
-Liam Lewis -la mirada de sus ojos azules se hizo más ausepte todavía-. Yo lo quiero, pero él no me mira con esos ojos, aunque creo que está a punto...
-Y yo estoy a punto de que me dé un ataque. Espero que no le hayas dicho nada de nuestro acuerdo particular.
-Oh, no. Liam y yo no tenemos ese tipo de conversación. Nada profundo.
La puerta del salón de donde había salido Nicholas se abrió y una rubia preciosa que llevaba un elegante vestido negro de tirantes se asomó.
-¿Problemas con el servicio, Nicholas?
Nicholas distrajo su frustrada atención de Miley para sonreírle.
-No te preocupes, Lisette.

 Miley se fue a su habitación y saludó a Spike en su canasta. Luego le dio de comer a Nicholas, el pez, sintiéndose culpable de que estuviese solo en la pecera. Seguro que se había comido a sus dos compañeros anteriores porque eran del sexo equivocado. Era un pez agresivo. Quizás la llegada de una hembra lo transformase.
Mientras se ponía el ajustado pijama de pantaloncitos cortos, luchó contra el convencimiento de que si no comía pronto, el estómago se le quedaría pegado a la columna. Después de todo, ahora tenía una meta clara, un objetivo real. Liam valía el compromiso de ciento cinco por ciento que Nicholas pretendía. Se dedicaría en alma y cuerpo al programa de Gilda.
Pero el hambre la hizo revolverse en la cama, incapaz de dormir.
A la una, se levantó con una decisión súbita. Una manzana, una tostada, una taza de té con una gotita de leche. Seguro que eso no se notaría en la balanza.
Miley bajó a la cocina por la casa oscura y silenciosa. Abrió la nevera y se arrodilló ante ella, mirando la variedad de tentaciones disponible.
Un pecadillo. Un sándwich. No le pondría mantequilla, negoció consigo misma. ¿Qué tal una rebanada fina de queso con una tostada y esa salsa... o quizás...?
-¿Se puede saber a qué estás jugando?

 Con un ahogado grito de susto, Miley se giró, el corazón latiéndole tanto que no podía respirar.
Las luces bajas de los armarios se encendieron, iluminando a Nicholas, descalzo con el torso desnudo y sólo un par de vaqueros, observándola con total desprecio.
-Sólo quería comer algo -murmuró Miley trémula-. No pensé que despertaría a nadie.
-Cuando me vaya la cama, acciono el sistema de alarma. Si algo se mueve por aquí, enseguida me entero. 

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