Haciendo una mueca ante la idea de compartir su vida para
siempre con una mujer, a pesar de que la conciencia le remordía un poco,
Nicholas meditó el problema de la desilusión de Anton. La experiencia le había
enseñado que todos los problemas tenían solución. Una vez que se lo despojaba
de los factores inhibidores de la moral y la emoción, lo imposible casi se
convertía en posible.
Seguro que Anton pensaba que sus veladas insinuaciones de lo
feliz que Miley podría hacer a algún hombre afortunado habían sido demasiado
sutiles como para ser reconocidas como tales. En realidad, Anton tenía la
sutileza de un martillo hidráulico y cuando Nicholas se dio cuenta de los
comentarios de su padrino, no les había encontrado la gracia. Pero reconocía
que si le dijese a Anton que se había comprometido con Miley, éste no cabría en
sí de la alegría. Y como hacer feliz a Anton era el único objetivo de Nicholas,
no valía la pena persuadir a nadie más que hiciese el papel de su prometida. Lo
que Anton quería, decidió Nicholas en ese momento, era lo que se merecía
recibir.
Mientras se imaginaba cómo convencerlo de la necesidad de un
compromiso largo entre dos personalidades tan dispares, a Nicholas le comenzó a
gustar la idea. Hacer feliz a Anton. Y Anton no pretendería que su ahijado se
lanzase al matrimonio sin pensárselo.
¿Y Miley Cyrus? Se hallaba entre la espada y la pared. Haría
lo que le dijese. Cuando estaba cerca de él, se quedaba silenciosa y
acobardada, lo cual le venía muy bien, porque Nicholas estaba convencido de que
en caso contrario la estrangularía. Haría que adelgazase, se vistiese más
elegante... Todo lo necesario para que este falso compromiso fuese creíble. Lo
haría a conciencia.
-¿A las cu... cu... atro? -tartamudeó Miley, pálida como una
sábana junto a la fotocopiadora mientras trataba de esconder la pila de
fotocopias que le había salido con letra tan pequeña que era imposible de
leer-. ¿Pero por qué quiere verme el señor Jonas? ¿Es por la llamada del árabe
que se me cortó?
-No sabe eso -Bruce se envaró.
-¿La ficha que saqué accidentalmente?
Bruce palideció al recordarlo.
-Te la trajiste de la compañía de autobuses.
-He intentado tanto no cruzarme en el camino del señor Jonas
-tragó con un esfuerzo Miley- pero siempre aparece en los sitios más
inesperados.
-A Nicholas le gusta hacerse ver. ¿Qué tipo de sitios? -no
pudo evitar preguntar.
-Como la cocina, cuando estaba adornando la tarta de despedida
de Jayne. Se puso furioso. Me preguntó si pensaba que trabajaba en una
panadería y me puse tan nerviosa que escribí el nombre mal. Y ayer apareció en
el cuartito que usan los de la limpieza y me encontró durmiendo. Me dio el
susto de mi vida.
-Nicholas espera que sus empleados estén despiertos entre las
nueve y las cinco.
Miley lo miró abstraída. Sus ojos eran de un azul tan oscuro
que parecía violeta. Tenía dos empleos para poder pagar el alquiler y el miedo
emanaba de ella en olas. Miedo, cansancio y ansiedad. Aunque era pequeña, pareció
reducirse aún más al encogerse de hombros, la mata explosiva de su cabello
enmarcando las suaves curvas de su rostro. Le tenía terror a Nicholas Jonas y
por ello se conocía todos los escondrijos posibles de la última planta.
Pero había comenzado con el pie izquierdo. Una vez, cuando
reemplazaba a la recepcionista, se había puesto a charlar con una rubia
preciosa que esperaba. En su afán por hacer la conversación entretenida, había
mencionado que el jefe había invitado a una modelo a su yate la semana anterior.
Luego el jefe había salido del ascensor y... ¡Se había armado la de San
Quintín! La rubia, que lo estaba esperando, le había hecho una escena de celos
y lo había acusado de ser una rata.
Aunque muchos de sus compañeros admitieron que había bastante
de verdad en la acusación de la rubia, desde entonces a Miley le habían
prohibido que se ocupase de la recepción.
Anton siempre le preguntaba en sus cartas si Nicholas estaba
saliendo con alguna buena chica, sin darse cuenta de que ante la amenaza de lo que
su padrino consideraba una «buena chica», Nicholas saldría disparado.
La cara preocupada de Miley se suavizó al recordar a Anton.
Era un viejo adorable, aunque llevaba meses sin verlo porque vivía en España la
mayoría del año debido a su artritis.
Miley lo había conocido el verano anterior, un día en que unos
chavales lo empujaron en la calle causándole un corte en la cabeza. Ella lo
llevó al hospital. Tomándolo por un pobre catedrático retirado, lo invitó luego
a té con bollos, porque tenía un aspecto triste y solo con sus viejos
pantalones y su chaqueta de mezclilla.
Desde entonces eran íntimos amigos. Ella nunca había
sospechado que él no fuese otra cosa que un profesor viviendo de una mísera
pensión, por lo que le había confiado sus propias dificultades para conseguir
empleo. También le contó lo culpable que se sentía de vivir a expensas de su
hermana Taylor.
Volviste :O
ResponderEliminarhola! otra vez!!! me encantaron los capis :D espero y estes muy bien te extrañabamos mucho..... besos!
ResponderEliminarvolvisteee......
ResponderEliminarme gusto mucho los capis super geniales ;)