jueves, 9 de agosto de 2012

Je Souhaite Cinderella Cap.2


Haciendo una mueca ante la idea de compartir su vida para siempre con una mujer, a pesar de que la conciencia le remordía un poco, Nicholas meditó el problema de la desilusión de Anton. La experiencia le había enseñado que todos los problemas tenían solución. Una vez que se lo despojaba de los factores inhibidores de la moral y la emoción, lo imposible casi se convertía en posible.
Seguro que Anton pensaba que sus veladas insinuaciones de lo feliz que Miley podría hacer a algún hombre afortunado habían sido demasiado sutiles como para ser reconocidas como tales. En realidad, Anton tenía la sutileza de un martillo hidráulico y cuando Nicholas se dio cuenta de los comentarios de su padrino, no les había encontrado la gracia. Pero reconocía que si le dijese a Anton que se había comprometido con Miley, éste no cabría en sí de la alegría. Y como hacer feliz a Anton era el único objetivo de Nicholas, no valía la pena persuadir a nadie más que hiciese el papel de su prometida. Lo que Anton quería, decidió Nicholas en ese momento, era lo que se merecía recibir.
Mientras se imaginaba cómo convencerlo de la necesidad de un compromiso largo entre dos personalidades tan dispares, a Nicholas le comenzó a gustar la idea. Hacer feliz a Anton. Y Anton no pretendería que su ahijado se lanzase al matrimonio sin pensárselo.
¿Y Miley Cyrus? Se hallaba entre la espada y la pared. Haría lo que le dijese. Cuando estaba cerca de él, se quedaba silenciosa y acobardada, lo cual le venía muy bien, porque Nicholas estaba convencido de que en caso contrario la estrangularía. Haría que adelgazase, se vistiese más elegante... Todo lo necesario para que este falso compromiso fuese creíble. Lo haría a conciencia.

 -¿A las cu... cu... atro? -tartamudeó Miley, pálida como una sábana junto a la fotocopiadora mientras trataba de esconder la pila de fotocopias que le había salido con letra tan pequeña que era imposible de leer-. ¿Pero por qué quiere verme el señor Jonas? ¿Es por la llamada del árabe que se me cortó?
-No sabe eso -Bruce se envaró.
-¿La ficha que saqué accidentalmente?
Bruce palideció al recordarlo.
-Te la trajiste de la compañía de autobuses.
-He intentado tanto no cruzarme en el camino del señor Jonas -tragó con un esfuerzo Miley- pero siempre aparece en los sitios más inesperados.
-A Nicholas le gusta hacerse ver. ¿Qué tipo de sitios? -no pudo evitar preguntar.
-Como la cocina, cuando estaba adornando la tarta de despedida de Jayne. Se puso furioso. Me preguntó si pensaba que trabajaba en una panadería y me puse tan nerviosa que escribí el nombre mal. Y ayer apareció en el cuartito que usan los de la limpieza y me encontró durmiendo. Me dio el susto de mi vida.
-Nicholas espera que sus empleados estén despiertos entre las nueve y las cinco.

Miley lo miró abstraída. Sus ojos eran de un azul tan oscuro que parecía violeta. Tenía dos empleos para poder pagar el alquiler y el miedo emanaba de ella en olas. Miedo, cansancio y ansiedad. Aunque era pequeña, pareció reducirse aún más al encogerse de hombros, la mata explosiva de su cabello enmarcando las suaves curvas de su rostro. Le tenía terror a Nicholas Jonas y por ello se conocía todos los escondrijos posibles de la última planta.
Pero había comenzado con el pie izquierdo. Una vez, cuando reemplazaba a la recepcionista, se había puesto a charlar con una rubia preciosa que esperaba. En su afán por hacer la conversación entretenida, había mencionado que el jefe había invitado a una modelo a su yate la semana anterior. Luego el jefe había salido del ascensor y... ¡Se había armado la de San Quintín! La rubia, que lo estaba esperando, le había hecho una escena de celos y lo había acusado de ser una rata.
Aunque muchos de sus compañeros admitieron que había bastante de verdad en la acusación de la rubia, desde entonces a Miley le habían prohibido que se ocupase de la recepción.

Anton siempre le preguntaba en sus cartas si Nicholas estaba saliendo con alguna buena chica, sin darse cuenta de que ante la amenaza de lo que su padrino consideraba una «buena chica», Nicholas saldría disparado.
La cara preocupada de Miley se suavizó al recordar a Anton. Era un viejo adorable, aunque llevaba meses sin verlo porque vivía en España la mayoría del año debido a su artritis.
Miley lo había conocido el verano anterior, un día en que unos chavales lo empujaron en la calle causándole un corte en la cabeza. Ella lo llevó al hospital. Tomándolo por un pobre catedrático retirado, lo invitó luego a té con bollos, porque tenía un aspecto triste y solo con sus viejos pantalones y su chaqueta de mezclilla.
Desde entonces eran íntimos amigos. Ella nunca había sospechado que él no fuese otra cosa que un profesor viviendo de una mísera pensión, por lo que le había confiado sus propias dificultades para conseguir empleo. También le contó lo culpable que se sentía de vivir a expensas de su hermana Taylor. 

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